Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa
Este último domingo del año litúrgico celebramos en la Iglesia Católica la solemnidad de
JESUCRISTO COMO REY DEL UNIVERSO. Ciertamente la realeza y la soberanía de
Jesús son de naturaleza muy diferente a la de los monarcas de este mundo como el mismo
Jesús lo dijo en el evangelio: “Si, yo soy rey, pero mi reino no es de este mundo” (Jn 18,
36).
El reino de Jesucristo no consiste por tanto, en el dominio de los pueblos o el sometimiento
de los demás; su autoridad no se expresa anexándose territorios o mediante la fuerza de
las armas o imponiéndose. La realeza de Jesús, y con ella su autoridad, se administra bajo
las categorías del servicio, la donación de sí mismo y su entrega en la Cruz para dar vida al
mundo. Su reino tiene que ver con la verdad, la vida, la santidad, la gracia, la justicia, el
amor y la paz.
Celebrar a Jesucristo como rey quiere decir entonces que reconocemos su soberanía sobre
nosotros y que deseamos que reine dentro de nosotros; quiere decir además que nos
comprometemos a seguir a Cristo rey sobre todo a través del servicio a nuestros
hermanos, el respeto por la vida y la dignidad de las personas y que deseamos cooperar
con Dios para que el reino de Cristo se establezca y se extienda en el mundo.
Lamentablemente los signos que observamos en la relación entre muchas personas están
muy lejos de este proyecto de Jesús. El ambiente que estamos observando nos preocupa,
el tejido social está muy descompuesto, por dondequiera existen signos de muerte que
roban la paz y la tranquilidad de los ciudadanos. Todos los días hay asesinatos, por
dondequiera aparecen personas ejecutadas, todo mundo teme por su vida y aunque se
anuncian algunos resultados, la seguridad sigue siendo una gran deuda social.
En nuestras Iglesias todos los días y en varios momentos hacemos esta súplica a Dios:
“mira nuestra Patria dañada por la violencia y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren. Da acierto a las decisiones de quienes nos
gobiernan. Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos y provocan
sufrimiento y muerte. Dales el don de la conversión”.
Lamentamos también que la violencia no termine ahí. La cultura de la muerte tiene también
ahora otras expresiones. En base a los datos del primer informe de gobierno estatal, en lo
respectivo al tema de la salud se habla de los avances del Plan Veracruzano de Desarrollo.
Ya habíamos denunciado en otro comunicado que se trataba de un plan ideologizado, anti
vida y anti familia. Los datos que revela el informe de gobierno, en el apartado de salud,
manifiestan cómo se están poniendo en práctica algunos programas y capacitaciones para
practicar abortos “legales”
Se presume como un logro la disposición de 30 hospitales distribuidos en todo el Estado,
“donde las mujeres pueden solicitar la interrupción legal del embarazo”. Habría que
preguntar el secretario de Salud cuántos “abortos legales” ya se han practicado en el
Estado. El informe da a entender que en este primer año de gobierno la cifra supera los 10
mil. ¿A cuánto asciende entonces la cifra de muertos en este año en Veracruz? En nombre
de la supuesta aplicación de la NOM 046 y de una aplicación manipulada del artículo 154
del Código Penal se está en realidad, trasgrediendo la Constitución del Estado de
Veracruz. Esto es muy delicado.
Lamentamos que mientras por una parte la sociedad organizada ha expresado su voz en
favor de la vida y ha detenido reformas que buscan legalizar el crimen del aborto, por otra
parte, desde el sector salud, se estén implementando programas para establecer el aborto
como un método legal violentando así el marco constitucional que protege la vida desde la
concepción. Lamentamos que sean las mismas instituciones del Estado las que están
cometiendo un ilícito. Las autoridades han sido elegidas para velar por el bien y la
estabilidad de la sociedad no para atentar contra la vida de los seres humanos.
Es increíble que las mismas instituciones que deberían velar por el respeto por la vida,
sean las mismas que están derramando sangre inocente al asesinar a los niños en el
vientre materno.